domingo, 3 de abril de 2011

Capítulo 3: Mala suerte

Nada más salir de la discoteca comenzó a decir tonterías, lo que hizo que desconfiara aún más de él. Me sentí mareada, y en esos momentos no me hubiese importado que mis padres estuvieran aquí. Ver a Alberto de esa forma me hizo pensar que mis padres, en cierto modo, podían tener razón.
Propuse a Alberto que fuésemos dando un paseo, ya que desde mi punto de vista no estaba en condiciones para montar en moto. Entonces comenzó nuestra primera bronca:
-Haber que no me importa llevarte hasta tu casa, si total está a la vuelta de la esquina- dijo con voz cansada.
-Vamos haber Alberto, tú no estás en condiciones de conducir,¡ESTÁS BORRACHO!
-Que no, que no, que esto se pasa en cuanto me de el viento en la cara.
-PUES SI ME VAS A ACOMPAÑAR ASÍ, PREFIERO QUE NO ME ACOMPAÑES- Esas fueron mis últimas palabras, puesto que después de esto, el muy fresco me dijo que me fuese andando que el humo me había revuelto las… ¿hormonas? ¡Pero que sabrá él! ¿Acaso sabes lo que es una hormona?
Al llegar a casa sabía que me esperaban más problemas. La hora de quedada de mi madre había sido a las diez y media u once. A pesar de que ambas sabíamos que yo la sobre pasaría un poco, pero un poco ¡no dos horas más tarde! Y por si fuera poco tenía doce llamadas perdidas de ella en el móvil. Cuando entre a casa intente hacer el menor ruido posible, pero allí estaban los dos, sentados en el sofá observándome entrar. Oh no, mi padre me miraba con esa cara que hace que te sientas más culpable de lo que eres. Y mi madre, en fin mi madre tenía la típica cara que dice <esta no es mi hija>, así que después de estas deducciones me empezaron a oler la ropa: en efecto olía a tabaco. Las cosas iban de mal en peor yo sabía perfectamente que a pesar de que no había ni bebido ni fumado el olor que desprendía decía lo contrario. Mi padre opto por no hablarme y subirse a dormir, ya que era muy tarde, en cambio mi madre como castigo me tuvo toda la noche despierta hablando sobre cosas vergonzosamente extrañas, vamos las típica charla de toda madre a su hija: que no fumes, que mata, que tomes precauciones…etc. Cuando acabó serían las cinco o las cuatro y media y fue entonces cuando me dijo:
-Por cierto Luna, estás castiga sin salir durante tres meses- ¡TRE MESES! Pero a donde vas Nicolás, si hombre tres meses privándome de mi vida social, ¿pero en que mundo vivimos? Cuando me decidí a acostarme me di cuenta de algo que se me había pasado por completo… ¡MAÑANA HABIA EXAMEN DE CULTURA CLÁSICA! No había estudiado nada así que intenté mantenerme despierta, pero no aguanté ni dos minutos. Cuando me sonó el despertador eran ya las siete en punto y yo solo había dormido dos horas, aunque en parte me lo merecía. La parte de mi madre con respecto a lo de ayer ya había pasado, pero ahora tocaba la peor parte: la de mi padre. Para mi sorpresa no me regaño solo se limitó a no hablarme. Hoy sería mi peor día, y más me valía no suspender el examen si no quería quedarme encerrada en mi casa para el resto de mi vida.