Nada más salir de la discoteca comenzó a decir tonterías, lo que hizo que desconfiara aún más de él. Me sentí mareada, y en esos momentos no me hubiese importado que mis padres estuvieran aquí. Ver a Alberto de esa forma me hizo pensar que mis padres, en cierto modo, podían tener razón.
Propuse a Alberto que fuésemos dando un paseo, ya que desde mi punto de vista no estaba en condiciones para montar en moto. Entonces comenzó nuestra primera bronca:
-Haber que no me importa llevarte hasta tu casa, si total está a la vuelta de la esquina- dijo con voz cansada.
-Vamos haber Alberto, tú no estás en condiciones de conducir,¡ESTÁS BORRACHO!
-Que no, que no, que esto se pasa en cuanto me de el viento en la cara.
-PUES SI ME VAS A ACOMPAÑAR ASÍ, PREFIERO QUE NO ME ACOMPAÑES- Esas fueron mis últimas palabras, puesto que después de esto, el muy fresco me dijo que me fuese andando que el humo me había revuelto las… ¿hormonas? ¡Pero que sabrá él! ¿Acaso sabes lo que es una hormona?
Al llegar a casa sabía que me esperaban más problemas. La hora de quedada de mi madre había sido a las diez y media u once. A pesar de que ambas sabíamos que yo la sobre pasaría un poco, pero un poco ¡no dos horas más tarde! Y por si fuera poco tenía doce llamadas perdidas de ella en el móvil. Cuando entre a casa intente hacer el menor ruido posible, pero allí estaban los dos, sentados en el sofá observándome entrar. Oh no, mi padre me miraba con esa cara que hace que te sientas más culpable de lo que eres. Y mi madre, en fin mi madre tenía la típica cara que dice <esta no es mi hija>, así que después de estas deducciones me empezaron a oler la ropa: en efecto olía a tabaco. Las cosas iban de mal en peor yo sabía perfectamente que a pesar de que no había ni bebido ni fumado el olor que desprendía decía lo contrario. Mi padre opto por no hablarme y subirse a dormir, ya que era muy tarde, en cambio mi madre como castigo me tuvo toda la noche despierta hablando sobre cosas vergonzosamente extrañas, vamos las típica charla de toda madre a su hija: que no fumes, que mata, que tomes precauciones…etc. Cuando acabó serían las cinco o las cuatro y media y fue entonces cuando me dijo:
-Por cierto Luna, estás castiga sin salir durante tres meses- ¡TRE MESES! Pero a donde vas Nicolás, si hombre tres meses privándome de mi vida social, ¿pero en que mundo vivimos? Cuando me decidí a acostarme me di cuenta de algo que se me había pasado por completo… ¡MAÑANA HABIA EXAMEN DE CULTURA CLÁSICA! No había estudiado nada así que intenté mantenerme despierta, pero no aguanté ni dos minutos. Cuando me sonó el despertador eran ya las siete en punto y yo solo había dormido dos horas, aunque en parte me lo merecía. La parte de mi madre con respecto a lo de ayer ya había pasado, pero ahora tocaba la peor parte: la de mi padre. Para mi sorpresa no me regaño solo se limitó a no hablarme. Hoy sería mi peor día, y más me valía no suspender el examen si no quería quedarme encerrada en mi casa para el resto de mi vida.
domingo, 3 de abril de 2011
miércoles, 23 de marzo de 2011
Capítulo 2: La fiesta
Ya estaba dentro. Me sentía viva, a punto de estallar y aunque el humo me impedía ver, sentía que iba a ser una noche inolvidable.
Lo primero que hice nada más entrar fue buscar a Carmen, ¿dónde se habría metido? Me empecé a cabrear porque no la encontraba y el estúpido ruido me empezaba a agobiar; no sé como a ese estruendo ruido infernal le pueden llamar música. Cuando por fin ya la vi a lo lejos, me fui acercando y de repente noté que alguien me tocaba el culo. Me giré rápidamente y ¿qué vi? A una panda de imbéciles riéndose y al cabecilla mirándome. Decidida me acerqué y le pregunté:
-Oye, tú como te llames, ¿por qué me tocas el culo? ¿Estás tonto? ¿Sabes que he venido con mi novio verdad?- le miré con cara de asco, cosa que se me da muy bien por cierto.
A mis preguntas, el niñato respondió riéndose en mi cara, algo que me enfureció bastante. Entonces me remangué y le pegué una torta y acto seguido me fui sin mirar hacia atrás. ¡Estaríamos frescos! Si hay algo en este mundo que odie, son los niñatos engreídos que van de mayores por la vida por haberse fumado un cigarro.
Me puedes llamar pasota o lanzada, pero no soy ni una cosa ni la otra. Me molesta mucho lo que la gente piense de mí aunque no lo exteriorizo, y lanzada, bueno probablemente sí. En medio de estas reflexiones estaba cuando de repente vi a Alberto, que se acercó a mí sigilosamente y me pidió que bailásemos. Por supuesto yo acepté.
De repente la música cambio su ritmo a una balada en la que yo aproveché para apoyar mi cabeza sobre su hombro mientras nos movíamos lentamente. Pero no me concentraba, pues tenía la sensación de que alguien nos miraba.
Y efectivamente, Sandra nos observaba, verde de envidia. La miré y sonreí maliciosa, me encantaba que todas las personas obtuviesen lo que se merecían, aunque a mi mirada ella respondió con una sonrisa asqueada. En realidad no me importaba lo que me pasase, en esos momentos lo único que me importaba era Alberto, MI ALBERTO.
Lo primero que hice nada más entrar fue buscar a Carmen, ¿dónde se habría metido? Me empecé a cabrear porque no la encontraba y el estúpido ruido me empezaba a agobiar; no sé como a ese estruendo ruido infernal le pueden llamar música. Cuando por fin ya la vi a lo lejos, me fui acercando y de repente noté que alguien me tocaba el culo. Me giré rápidamente y ¿qué vi? A una panda de imbéciles riéndose y al cabecilla mirándome. Decidida me acerqué y le pregunté:
-Oye, tú como te llames, ¿por qué me tocas el culo? ¿Estás tonto? ¿Sabes que he venido con mi novio verdad?- le miré con cara de asco, cosa que se me da muy bien por cierto.
A mis preguntas, el niñato respondió riéndose en mi cara, algo que me enfureció bastante. Entonces me remangué y le pegué una torta y acto seguido me fui sin mirar hacia atrás. ¡Estaríamos frescos! Si hay algo en este mundo que odie, son los niñatos engreídos que van de mayores por la vida por haberse fumado un cigarro.
Me puedes llamar pasota o lanzada, pero no soy ni una cosa ni la otra. Me molesta mucho lo que la gente piense de mí aunque no lo exteriorizo, y lanzada, bueno probablemente sí. En medio de estas reflexiones estaba cuando de repente vi a Alberto, que se acercó a mí sigilosamente y me pidió que bailásemos. Por supuesto yo acepté.
De repente la música cambio su ritmo a una balada en la que yo aproveché para apoyar mi cabeza sobre su hombro mientras nos movíamos lentamente. Pero no me concentraba, pues tenía la sensación de que alguien nos miraba.
Y efectivamente, Sandra nos observaba, verde de envidia. La miré y sonreí maliciosa, me encantaba que todas las personas obtuviesen lo que se merecían, aunque a mi mirada ella respondió con una sonrisa asqueada. En realidad no me importaba lo que me pasase, en esos momentos lo único que me importaba era Alberto, MI ALBERTO.
La balada era preciosa, Everything I own; Alberto me cogió de los hombros y me besó. Mi primer beso con él, y fue un tanto extraño porque normalmente los primeros besos no se dan en una discoteca, pero aún así fue genial. Después de esto me fui con Carmen a bailar, y Alberto se quedó en la barra. Me lo estaba pasando genial, pero mientras bailaba observaba como Alberto bebía un vaso tras otro. Después de una media hora Alberto comenzó a tambalearse en la silla y empecé a preocuparme.
Cada vez más blanco, más pálido, entonces fue cuando me acerqué y le pregunté si estaba bien. Él me miró y se río como un perturbado, y los demás le acompañaron. Entonces le dije que me tenía que llevar a casa y dijo:
-¡Chavales! Esperadme aquí que voy a llevar a Luna a su casa.
Hablaba de forma extraña, seguro que estaba borracho. De repente se me quitaron las ganas de que me acompañara.
Cada vez más blanco, más pálido, entonces fue cuando me acerqué y le pregunté si estaba bien. Él me miró y se río como un perturbado, y los demás le acompañaron. Entonces le dije que me tenía que llevar a casa y dijo:
-¡Chavales! Esperadme aquí que voy a llevar a Luna a su casa.
Hablaba de forma extraña, seguro que estaba borracho. De repente se me quitaron las ganas de que me acompañara.
sábado, 5 de marzo de 2011
Capítulo 1: La sorpresa
-¡Mamá! ¡Me voy!- Aunque no a donde tu te crees, pensé mientras bajaba rápidamente las escaleras.
-Recuerda hija antes de las diez te quiero en casa, que mañana no hay quien te levante…
-¡SI! ¡ADIOS MAMÁ QUE ME ESTAN ESPERANDO!
-¿Quién? ¿No será ese novio tuyo verdad? ¡Hija escúchame cuando te hablo!
-Mamá, se llama Alberto y es muy buen chico, en el fondo.
-Ya, pero es que no me gusta que te lleve por ahí en la moto.
-Mamá déjalo ya que me tengo que ir, ADI…-pero ya era demasiado tarde, el fuerte portazo que di impidió que terminase mi frase.
Hoy era jueves por la tarde, o más bien la noche. Sentí que hoy sería un gran día, mi gran día, ya que como bien había dicho mi madre mi novio me esperaba en la esquina que había al doblar la casa. Y en efecto ahí estaba él, si él, ese chico tan guapo que hay uno en todas las clases de todos los institutos. Bueno pues sí, ese chico moreno con ojos verdes era mi novio… si, si, ¡MI NOVIO! Llevábamos pocas semanas juntos pero ya podía sentir que todo a su lado me iba bien. No era ese típico empollón o como dicen otros “de memoria fotográfica”, no, él era diferente, quizás travieso, o probablemente malo, y con malo no me refiero a traficante de drogas ni delincuente, el era el típico chico malo que de vez en cuando le daba una caladilla a un cigarro y que además lleva un pendiente con forma de calavera en la oreja.
Hoy me llevaba a nose que sitio en nose donde. Se supone que era una sorpresa, pero me tenia muy distraída y no paraba de especular imaginando que cogeríamos un avión hasta Venecia o algo así, a pesar de que sabía que todo eso era parte de mi imaginación. Por cierto, soy Luna, pero mis amigos me llaman Lú, y tengo quince años, pero aparento más no os creáis.
Por fin llegamos justo a tiempo. Debíamos ser la envidia de toda nuestra panda de amigos, éramos la pareja diez. Todos nos miraban con asombro al bajar de la moto. Estábamos allí, en la “FLOW” la discoteca central de la ciudad. No se como no pude pensar que me traería aquí; en parte era obvio, pues aquí es donde trae a sus novias en su “segunda cita” pero yo estaba tan obsesionada con la estupidez esa de Venecia que se me nublo la mente, pero aún así me encantaba que me hubiese traído aquí. Nada más bajarme de la moto me recibió Carmen. Carmen es mi mejor amiga desde que teníamos cinco años y siempre me ha apoyado en todo, pero también hemos tenido nuestras discusiones claro. Bueno, el caso es que nada más llegar me dijo –Tía, no han parado de hablar de vosotros dos en todo este rato que llevo haciendo cola en la fila esta, dicen que no duráis ni dos semanas más.
-¿Cómo? Seguro que ha sido Sandra, será…
-Eh tranquilízate mujer que hoy es tu día y todo lo que pase hoy te marcará el resto de tu vida.
-Está bien debo, debo tranquilizarme…
Y justo cuando empezaba a tranquilizarme tubo que aparecer ella...
- ¡Holita Lu-natica! Al final, ¿has venido sola no?
Y justo cuando deseaba tener a Alberto a mi lado, mi deseo se cumplió.
- No, ha venido conmigo- dijo Alberto que apareció de la nada. Esto debió sentar a Sandra como un puñetazo en la tripa, lo que me alivió el nerviosismo que tenía. Sandra había sido la “ex” de Alberto, y yo soy su enemiga, lo que la fastidiaba aún más.
-A…Alberto ¿que haces tu aquí?
-He venido con mi chica a la discoteca; ¿por cierto entramos ya? Nosotros no tenemos que esperar tengo entradas.
-Ah, vale. ¡Hasta lueguito Sandra!
¡SI! Eso fue como otro puñetazo en el estómago. Luna=2 & Sandra=0, iba ganando por goleada, pero la noche iba a ser larga… EL JUEGO NO HABIA ACABADO.
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