Lo primero que hice nada más entrar fue buscar a Carmen, ¿dónde se habría metido? Me empecé a cabrear porque no la encontraba y el estúpido ruido me empezaba a agobiar; no sé como a ese estruendo ruido infernal le pueden llamar música. Cuando por fin ya la vi a lo lejos, me fui acercando y de repente noté que alguien me tocaba el culo. Me giré rápidamente y ¿qué vi? A una panda de imbéciles riéndose y al cabecilla mirándome. Decidida me acerqué y le pregunté:
-Oye, tú como te llames, ¿por qué me tocas el culo? ¿Estás tonto? ¿Sabes que he venido con mi novio verdad?- le miré con cara de asco, cosa que se me da muy bien por cierto.
A mis preguntas, el niñato respondió riéndose en mi cara, algo que me enfureció bastante. Entonces me remangué y le pegué una torta y acto seguido me fui sin mirar hacia atrás. ¡Estaríamos frescos! Si hay algo en este mundo que odie, son los niñatos engreídos que van de mayores por la vida por haberse fumado un cigarro.
Me puedes llamar pasota o lanzada, pero no soy ni una cosa ni la otra. Me molesta mucho lo que la gente piense de mí aunque no lo exteriorizo, y lanzada, bueno probablemente sí. En medio de estas reflexiones estaba cuando de repente vi a Alberto, que se acercó a mí sigilosamente y me pidió que bailásemos. Por supuesto yo acepté.
De repente la música cambio su ritmo a una balada en la que yo aproveché para apoyar mi cabeza sobre su hombro mientras nos movíamos lentamente. Pero no me concentraba, pues tenía la sensación de que alguien nos miraba.
Y efectivamente, Sandra nos observaba, verde de envidia. La miré y sonreí maliciosa, me encantaba que todas las personas obtuviesen lo que se merecían, aunque a mi mirada ella respondió con una sonrisa asqueada. En realidad no me importaba lo que me pasase, en esos momentos lo único que me importaba era Alberto, MI ALBERTO.
La balada era preciosa, Everything I own; Alberto me cogió de los hombros y me besó. Mi primer beso con él, y fue un tanto extraño porque normalmente los primeros besos no se dan en una discoteca, pero aún así fue genial. Después de esto me fui con Carmen a bailar, y Alberto se quedó en la barra. Me lo estaba pasando genial, pero mientras bailaba observaba como Alberto bebía un vaso tras otro. Después de una media hora Alberto comenzó a tambalearse en la silla y empecé a preocuparme.
Cada vez más blanco, más pálido, entonces fue cuando me acerqué y le pregunté si estaba bien. Él me miró y se río como un perturbado, y los demás le acompañaron. Entonces le dije que me tenía que llevar a casa y dijo:
-¡Chavales! Esperadme aquí que voy a llevar a Luna a su casa.
Hablaba de forma extraña, seguro que estaba borracho. De repente se me quitaron las ganas de que me acompañara.
Cada vez más blanco, más pálido, entonces fue cuando me acerqué y le pregunté si estaba bien. Él me miró y se río como un perturbado, y los demás le acompañaron. Entonces le dije que me tenía que llevar a casa y dijo:
-¡Chavales! Esperadme aquí que voy a llevar a Luna a su casa.
Hablaba de forma extraña, seguro que estaba borracho. De repente se me quitaron las ganas de que me acompañara.